Todo sobre Marni: la firma italiana más excéntrica y elegante

ESTÉTICA SIN REGLAS: EL MANIFIESTO SILENCIOSO DE MARNI


La firma italiana que hace de lo raro, algo irresistible.


Ni minimalista, ni maximalista. Ni trendy, ni clásico. Marni juega su propio juego. Un universo donde conviven abrigos XXL, estampados que no deberían funcionar pero funcionan, y una libertad estética que se respira hasta en sus botones. Si el estilo fuera un idioma, Marni hablaría dialecto.

¿Cómo nació Marni (y por qué importa)?

La historia comienza en los años noventa, en Italia —obvio—, cuando Gianni Castiglioni, dueño de una fábrica peletera que producía para Prada y Fendi, decide crear algo propio. No por ambición, sino por intuición.

Consuelo Castiglioni, su esposa, se convierte en la mente creativa de esta aventura: sin formación formal en diseño, pero con una sensibilidad que sabía ver belleza donde otros veían rareza. Y así, sin hacer ruido, nació Marni. Una firma que no buscaba destacar… pero no pudo evitarlo.

¿Qué tiene Marni que no tiene nadie más?

Una identidad tan fuerte que ignora las tendencias. Literal. Durante años, Marni no hizo campañas publicitarias. No necesitó gritar para que la vieran. ¿Su estética? Un cóctel de lo étnico, lo retro, lo pop, lo elegante y lo disonante. Todo al mismo tiempo, todo en armonía.

Imagina esto: un traje de chaqueta con una camisa floreada, jerséis con grecas, abrigos en piel de potro hasta los tobillos y una paleta que pasa del burdeos al mostaza como quien cambia de canción. Todo eso, en una misma colección. Todo eso, muy Marni.

¿Qué pasó cuando OTB entró en escena?

En 2015, el grupo OTB (sí, el de Diesel, Margiela, Viktor&Rolf…) adquiere Marni. Y con eso, llegan cambios: más estructura, más estrategia, más mundo. Poco después, Consuelo se despide de la dirección creativa y deja el testigo a Francesco Risso, un diseñador salido de Prada con una mente tan libre como la firma que heredó.

¿Francesco Risso? El alquimista de lo absurdo

Risso no solo entendió el universo Marni: lo reimaginó. Mantuvo su espíritu experimental, pero lo llevó a lugares más teatrales, más emocionales, casi performáticos. Sus desfiles fueron una mezcla entre instalación artística, manifiesto y pasarela. Camisas con mangas infinitas, bloques de color vibrantes, accesorios que rozaban el surrealismo. Marni seguía siendo Marni, pero ahora era más fantasía que nunca.

Ahora, Meryll Rogge entra en escena. ¿Y qué podemos esperar?

Plot twist: en 2025, la firma da otro giro. La nueva directora creativa es Meryll Rogge, diseñadora belga y reciente ganadora del Gran Premio de l’ANDAM. ¿Su estilo? Sofisticado, cerebral, cargado de volumen, emoción y actitud. Rogge viene de trabajar con Dries Van Noten y Marc Jacobs, lo que ya dice bastante. Pero más allá de sus credenciales, lo que promete es una Marni que sigue sin pedir permiso. Una Marni que emociona sin explicarse.

¿Por qué Marni sigue importando?

Porque es rara en el mejor sentido de la palabra. Porque no quiere agradar. Porque no busca viralizarse ni seguir el algoritmo estético. Marni crea desde otro lugar: el del riesgo, el del juego, el del arte. Y eso, en tiempos de uniformidad, es oro puro.

Marni no es para todos, y ahí está su poder. No te dice cómo vestir. Te dice: “hazlo como tú quieras, pero hazlo con intención”. Y si puedes llevar un abrigo de potro hasta el suelo sin miedo al qué dirán, probablemente ya seas parte del club.