Lanvin SS26: elegancia azul en Paris Fashion Week

LANVIN SS26: EL AZUL COMO LENGUAJE, LA HERENCIA COMO MOTOR


Lanvin emergió en el SS26 de París no como un resurgir tímido, sino como un acto pictórico: un lienzo azul sobre el que Peter Copping traza la memoria de Jeanne Lanvin y el pulso del presente. La colección es un puente entre las décadas —los años veinte, el Art Déco, los archivos— reinterpretado con calma y precisión.


Arquigrafía de moda: estructura y fluidez en diálogo

Copping retoma el mítico robe de style de los años veinte —esa silueta con falda acampanada y cintura baja— como punto de partida para su discurso SS26.Pero no lo replica: lo “desmácula” con lavados, reubicaciones, cintas y transparencias que suavizan su rigidez histórica.

La colección no abandona el ornamento, pero lo regresa al territorio de lo sugerido: bordados convertidos en gráficos geométricos, cintas que sugieren estructuras suspendidas, motivos decorativos que se disuelven en gasas superpuestas. El reverso de las prendas gana protagonismo: dobladillos internos al exterior, costuras visibles, interiores que son exteriores.

Azul como firma, variedad bajo la serenidad

Desde los escenarios hasta el guardarropa: la paleta del desfile habitó el azul en muchas de sus variantes —azul profundo, azul cielo, azul que insiste—, un guiño continuo al legado Lanvin.

Ese azul dialoga con blancos rotos, negros intensos, algunos toques cálidos en tonos tierra apagados, e incluso destellos en naranjas u ocres para romper la monocromía sin estridencia.

Mujeres, hombres y tensión de géneros

Aunque el enfoque más claro recae en la silueta femenina —con vestidos lavados, plisados, cintas ondulantes—, Lanvin no deja de pensar en lo masculino como contrapunto. La sastrería aparece con suavidad: trajes fluidos, abrigos largos con corte definido, dobles botonaduras relajadas, algunas piezas con corte oversize para desbalancear la proporción esperada.

Sin embargo, algunos críticos han señalado que la línea masculina no termina de articularse con la certeza del femenino, como si aún estuviera en tránsito.

Lo más fascinante del show es ese juego entre contención y ambición. Lanvin no grita; dialoga. Cada adorno, cada estructura, cada azul actúa con medida y sentido.

Desde la escenografía hasta la textura de las telas, se nota un interés profundo por reconstruir sin repetir, por respetar sin encadenar al pasado. Lanvin, en SS26, reafirma que su poder no está en el exceso, sino en la tensión trabajada entre decoro y resonancia moderna.