Schiaparelli SS26: surrealismo & transparencias

SCHIAPARELLI SS26: CUANDO LA PIEL SE VUELVE LIENZO DEL SURREALISMO


Daniel Roseberry volvió a París con una propuesta que no se conforma con adornar el cuerpo: lo desnuda, lo expone, lo convierte en arte incómodo. Schiaparelli SS26, titulada “Dancer in the Dark”, no es un desfile que se contemple en calma: es un desafío visual y emocional.


Piel expuesta, sombra bordada

El desfile abrió con vestidos de transparencias radicales, casi inexistentes, que dejan que la piel cargue con todo el peso simbólico. Siluetas que se deslizan como humo, drapeados que apenas rozan, aberturas que trazan mapas íntimos. Kendall Jenner y Alex Consani caminaron la pasarela con vestidos negros que parecían dibujados sobre la piel, entre fragilidad y poder.

Roseberry retoma el ADN surrealista de la maison —trompe-l’oeil, accesorios escultóricos, detalles inesperados— y lo lleva al extremo: un surrealismo que ya no decora, sino que hiere, interroga, descoloca.

El lenguaje del contraste

Negro absoluto, blanco puro, destellos de dorado metálico: la paleta es mínima, pero cargada de tensión. Cada prenda parece construida en el filo entre luz y sombra, deseo y amenaza. Transparencia contra rigidez, vacío contra ornamento: el contraste es el idioma de esta temporada.

El espectáculo y sus intérpretes

Kendall Jenner cerró el show con un vestido negro transparente que agitó las redes y coronó el momento de vulnerabilidad hecha espectáculo. Más allá de la celebridad, fue una imagen contundente: el cuerpo elevado a símbolo, pero también expuesto como carne.

El front row, cargado de presencias mediáticas, asistió a un ritual que mezclaba teatralidad con intimidad. No se trató de glamour fácil, sino de incomodidad lúcida.

Schiaparelli SS26 no viste cuerpos: los desnuda para que se conviertan en espejos. “Dancer in the Dark” juega con lo visible y lo invisible, con lo que mostramos y lo que preferimos ocultar. Es un desfile que se siente confesionario y performance, danza en la oscuridad y grito brillante al mismo tiempo.

Roseberry nos recuerda que la moda no es sólo ornamento, sino riesgo. Y que el surrealismo, en su versión más contemporánea, puede ser también una invitación a enfrentar la propia vulnerabilidad.