PEDЯO FЯIEDEBEЯ EN UNA NAЯЯATIVA SUЯЯEAL

PEDЯO FЯIEDEBEЯG EN UNA NAЯЯATIVA SUЯЯEAL


El maestro Friedeberg abrió las puertas de su casa para sonreírle de manera particular a la lente de NOIR, posando con Netflix, su gato.


Han pasado nueve años desde que descubrí el arte de Friedeberg. ¿Buena o mala suerte? No sé, me hace cuestionarme tanto; consigue que me detenga y me conecte de una manera que ningún otro artista ha logrado hacerlo, al menos eso pasa conmigo. Al pensar que es el único surrealista vivo, no quise parar hasta lograr tener una charla con él. Para esta entrevista me preparé todos los días; no sabía cómo la iba a obtener, pero lo conseguí, la concreté y lo demás es historia.

Portada de NOIR Art.

Tengo una peculiar fascinación por sus obras que se leen a manera de ocurrencias, con un fondo quizá agrio, pero divertido. ¡Qué gozo ver así la vida! Mi fijación por su arte me hizo buscar esta entrevista en cada uno de mis pasos por la vida periodística. Es esa vanidad de autor donde quieres hacer siempre una mejor propuesta para el mundo y para esa ambición intelectual que mi abuela me heredó.

Llegamos a su residencia Carlos, el fotógrafo, Perla como producción y yo para entrevistarlo. Una casa imponente nos abrió las puertas a las 10 de la mañana en punto, tal cual como lo acordamos. Cada rincón tiene un secreto que contar. Es un hogar que derrocha arte.

Al son del tocadiscos con El clave bien temperado de Bach y el silbido de una cafetera con el agua a punto de derramarse, ya lista para hacer el café de la mañana, comenzamos con la producción. La entrevista la prefirió responder de manera escrita; el maestro es mejor expresándose de esa manera, palabras de sus managers.

Quiero ponerlos en contexto: su casa es un paseo fascinante ubicada en la colonia Roma, donde las esquinas se hacen infinitas, el reflejo de los espejos son los culpables. La duela de madera suena con cada paso que se da por su hogar, de pronto los tapetes amenizan el caminar. Un lugar acogedor pero inquietante, no queríamos perdernos ni un solo detalle. 

Nos encontramos en el sitio donde hace sus creaciones, sueños e irreverencias profundas materializadas. En cada rincón se encuentran las manos distintivas que evocan a su creador, como las icónicas mano-silla que creó en 1962, las cuales están inspiradas en un excéntrico faraón egipcio, el nombre real de su obra es Mano de Akhenatón. El estudio del maestro Friedeberg se encuentra en un segundo piso, donde corre la luz. El techo es muy alto y las tintas de sus libros danzan como en un gran vals. 

Pedro Friedeberg es un artista mexicano de origen italiano, alemán y judío, reconocido por su arte que se torna en líneas, colores, dibujos, geometría, escultura y decoración. La carrera del maestro comenzó en 1959 con su primera exposición individual en la Galería Diana de la Ciudad de México, impulsada por Remedios Varo y Mathias Goeritz. Su obra tuvo una excelente aceptación y un año después fue incluida en la Exposición Retrospectiva de la Pintura Mexicana organizada por el Museo de la Ciudad Universitaria (hoy Museo Universitario de Ciencias y Arte, MUCA). En 1966, su arte se incluyó en la exposición Labyrinthe, en la Akademie der Künste, en Berlín, y a lo largo de las décadas de los 60 y 70 su actividad internacional causó interés en ciudades de Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Canadá, Japón e Israel.

LA PLÁTICA MAESTRA

Con preguntas genuinas, queriendo desnudar la mente y meterme a sus sentimientos, es como perfilé esta charla.

¿Qué es el arte para un artista? “El arte es una batalla alternadamente ganada y perdida, cada 68 años, entre ociosos y el aún más grande batallón de los aburridos a punto de suicidarse por un partido de futbol o algo igualmente fascinante”. Esa respuesta generó una de las primeras sonrisas, que se intercalaron ante tan imponente personaje a entrevistar. En México, Friedeberg se ha presentado en la feria más importante de Latinoamérica: Zona Maco; en los pasillos de esa enorme galería, nunca ha faltado el arte del maestro. Es una maravilla cuando en esta exposición el maestro Pedro se presenta junto a su obra.

La corriente surrealista a la que pertenece toda su obra es un movimiento artístico y literario que se desarrolló en Europa en la década de 1920, con una reacción al racionalismo y al mundo lógico. El surrealismo es atesorado por el mundo del subconsciente, los sueños y los impulsos irracionales: “Yo no opté por el surrealismo, más bien este optó por mí, aunque con tarjeta de segunda clase… Yo me aproveché de esta membresía y le he sido superficialmente fiel, aunque ocasionalmente lo he traicionado con otros amores como el dadaísmo, la patafísica, la metafísica-cabalística, el chinchismo y el hartismo de M. G. [Mathias Goeritz]”.

Pagína de libro.

En una conversación estricta con explicaciones presenciales, con más de un significado en cada una de las palabras expresadas por el surrealista contemporáneo, se le cuestionó la razón de tener una perspectiva infinita y compartió que: “Si se refiere como perspectiva infinita a la antiquísima técnica del ‘punto de fuga’, esto es simplemente para obligar un eje de disciplina o una razón de ser a una obra bidimensional; al mismo tiempo sirve para apuntarse en el ‘arte de vanguardia’. Hoy en día, como en muchas otras épocas históricas, revivir algún cliché obsoleto o caduco sirve para que el inmenso público sin cultura o educación crea que uno ¡está inventando algo! Pobres ilusos”.

Reconocido por su personalidad excéntrica y su amor por la provocación artística. Es fiel amante del humor y la sátira en su trabajo, desafiando las expectativas convencionales del arte y el diseño, razón por la que se le cuestionó cuál ha sido su trabajo más satisfactorio: “En París, en 1974, cuando dibujé el Códice Miguelito I, que me tomó quince días, y el segundo fue en un invierno en Nueva York, 1963, cuando dibujé Las sacerdotisas del orden de la naranja hexagonal. Aquí en la Ciudad de México es más difícil crear una obra maestra, pues encuentro el aire sobrecargado de mentiras, malentendidos, envidias, rencillas, equivocaciones, en fin… un ambiente de estupidez, odio e incomprensión”.

La arquitectura fue parte de sus estudios. En pleno siglo XXI, el análisis que hace sobre esta rama del arte sigue dejándolo con un mal sabor de boca. Friedeberg argumenta que: “En general, formando parte de la 18ª Bienal de Arquitectura de Venecia 2023, me di cuenta que el noventa por ciento de los arquitectos contemporáneos —supongo que jóvenes— siguen envenenados por las ideas anticuadísimas y pasadísimas de moda de Le Corbusier, Gropius, van der Rohe, entre otros. Es realmente patética su pretenciosa falta de imaginación”.

Pedro Friedeberg, a sus 88 años, con su seria personalidad que sorpresivamente regala un gesto de alegría cuando se siente cómodo, se dispuso para el shooting de NOIR, lo cual aprovechamos para conocer qué hay detrás de su mente maestra. Nos dejó conocer su hogar, su estudio y sus pensamientos; luego nos compartió: “Mi filosofía de la vida se asemeja a una pizza dividida en ocho rebanadas: egoísmo, ateísmo, sarcasmo, cinismo, sadismo, masoquismo, entusiasmo y melancolía”.

Un personaje de gustos infinitos, variados, frívolos y profundos es como se describe, sugiriendo que se le pregunte a la duquesa de Windsor, a Sigmund Freud, El Avaro de Molière o a Buster Keaton sobre lo que a Friedeberg verdaderamente le gusta.

Es reiterativo, pero quizá esta sea una de las mejores herencias que le deje a la humanidad. Es una entrevista en la que la realidad, como un sueño cumplido en carne propia, triunfó, palabras en sintonía que compartimos. Aunque su documental ya salió, el maestro Friedeberg pedirá a la creadora que lo haga de 10 horas con permanencia involuntaria y con un solo intermedio. 

Arrancando sonrisas es cómo respondió que tiene tres pendientes por resolver en la vida: “[…] primero, desenterrar los restos de Clement Greenberg, revolverlos con chile serranos, meterlos en un pomo de mostaza y lanzarlos al río Hudson; segundo, agarrar a bofetadas a los destructores del Penn Station en Nueva York; tercero, agarrar a patadas a los destructores de la única iglesia ovalada colonial en México: Santa Brígida”.

Así de tajo es como concluyó la plática y la escritura, pero no los sentimientos de estar con un verdadero artista con premura por continuar inmerso. Coloreando uno de sus cuadros, es como el único surrealista contemporáneo permitió, ante los ojos de NOIR, hacernos testigos de la creación de sus cuadros.

Fotografía: Carlos Ruizc.