¿MUY GUCCI, MUY VALENTINO O MUY MICHELE? 

ALESSANDRO MICHELE: ¿MUY GUCCI, MUY VALENTINO O SIMPLEMENTE MUY MICHELE? 


El minimalismo es ajeno al vocabulario de este singular diseñador romano.


La estética de Alessandro Michele, marcada por una explosión de referencias groovy de las décadas sesenta y setenta, siluetas y estampados teatrales y extravagantes, una visión andrógina de la moda y una fascinación por el suntuoso glamour hollywoodense, se ha convertido en una de las más emblemáticas y reconocibles de la era contemporánea. 

Con su inigualable talento, Alessandro Michele llevó a Gucci a ser la marca más rentable del conglomerado de lujo Kering y de toda la industria. Logró revitalizar una firma con una carga histórica importante, reformulando —pero siempre respetando— los códigos heredados por sus predecesores con su distintiva visión. De pronto, Gucci era Alessandro y Alessandro era Gucci; sin embargo, ahí reside la paradoja. 

El 17 de junio de 2023, Michele lanzó por sorpresa Avant les Débuts, su primera colección para Valentino. Los críticos en redes sociales no tardaron en manifestarse, sugiriendo que su debut era un simple copy-paste de lo que hacía en su puesto anterior. No obstante, esta es una crítica superficial. Si bien la colección está impregnada con los elementos característicos del diseñador, la propuesta entabla una relación estrecha con la esencia de Valentino previo a la era de Pierpaolo Piccioli.  

La confusión es comprensible. Dicen por ahí que lo que no conocemos, no existe. Alessandro Michele era un nombre desconocido para el público masivo antes del 2015. Su talento se desarrollaba entre las sombras de los talleres de la marca italiana, donde fungía como mano derecha de la entonces directora creativa, Frida Giannini. Es natural creer que lo único que hemos visto de él públicamente sea propio de una marca en específico, al final del día, llevaba el sello de Gucci. 

El trabajo actual de Alessandro no es meramente Gucci. Representa solo una etapa de lo que alguna vez fue, y no puede limitarse únicamente a eso. Gucci es mucho más que Michele: es Guccio, su fundador; es Frida Giannini y, por supuesto, la legendaria era de Tom Ford. Y Michele es, simplemente, Michele: un diseñador más que fue convocado a aportar su perspectiva única como director creativo de la marca florentina. 

La estética de Michele es tan ruidosa que cualquier amante de la moda puede identificar una pieza bajo su firma a kilómetros de distancia. Su grandeza radica en su capacidad para destacar del resto. Su estilo es magia en medio del caos, influenciado por el arte en todas sus formas. Audaz, estridente y maximalista; podría parecer excesivo, pero él logra que funcione. De hecho, si se analiza detenidamente, la estética de Michele encaja más naturalmente en Valentino que en Gucci. Más que ser una Guccificación de Valentino, es una Micheleficación de la marca. 

Alessandro no puede —ni debe— dejar de ser él mismo, pues esa es su esencia. Esto plantea una nueva interrogante: cuando los directores creativos poseen una estética tan marcada, popular y apreciada por el público, ¿vale la pena incorporarlos a una firma histórica o deberían fundar su propia marca? El caso de Phoebe Philo después de Celine es un ejemplo revelador de esta disyuntiva.