Ana Hernández: El arte como mecanismo de preservación

ANA HERNÁNDEZ: EL ARTE COMO MECANISMO DE PRESERVACIÓN


Nuestra identidad se compone por un sin fin de elementos que condicionan nuestra existencia.


El lugar en el que nacimos, la familia con la que nos criamos, los sueños que tenemos y las decisiones que tomamos. Si bien esto nos hace únicos, al mismo tiempo y de manera paradójica nos hace sumamente similares a cualquier otra persona que se encuentre a nuestro alrededor. 

El arte de Ana Hernández —oriunda del Istmo de Tehuantepec— busca no solo reflejar su propia identidad, sino al mismo tiempo conectar con personas en diferentes partes del mundo, invitándolas a cuestionar su propia identidad

Hernández es originaria de esta pequeña comunidad del sur del país, a unas cinco o seis horas de Oaxaca capital, en donde ahora vive. Ella, como muchos mexicanos más, migraron buscando nuevas y mejores oportunidades. Con la esperanza de estudiar diseño de moda, pero imposibilitada por ser una carrera que solo se oferta en instituciones privadas y no contar con los recursos para aplicar a ellas, la joven artista ingresó a la Universidad del estado para estudiar Artes Plásticas. 

Posteriormente, se formó en varios de los institutos y centros creados por el maestro Francisco Toledo, dando forma a la que sería su trayectoria. ‘Como muchas personas de Oaxaca, mi identidad está profundamente arraigada en mi lugar de origen y en las experiencias que me llevaron hasta aquí.’

Pero para entender más sobre el trabajo de Hernández debemos profundizar un poco más en su historia. No solo ella tuvo que migrar, sino también su madre, la cual viajó a los Estados Unidos con la esperanza de poder darle una mejor vida, pero también la de recuperar prendas de oro que empeñó durante el auge de las casas de empeño en Tehuantepec. Para esta artista, las prendas de oro, así como los textiles y en general el trabajo artesanal, representan una conexión con su madre y abuela, así como un testigo histórico y cultural que da identidad a las diferentes culturas. 

Recuerda cómo durante su crecimiento se topó con pensamientos que buscaban erradicar la lengua o las técnicas artesanales propias de las comunidades, en un intento de integrar a sus pobladores a una cultura más global. Es este también un motivo importante por el cual busca a través de sus piezas aferrarse a su identidad e invitarnos a explorar la nuestra. 

Al momento de crear una nueva pieza, Hernández echa mano de sus recuerdos y del legado de su comunidad. Con cariño recuerda acompañar a su madre a las diversas festividades y ahí admirarse con las tradiciones. Su proceso de creación se nutre de la historia de su pueblo y de las danzas donde se agradecía al sol y la lluvia. Si bien muchas de estas prácticas persisten hasta hoy en día han perdido su significado, por lo que busca a través de su obra recuperarlos. 

Sobre las clasificaciones y jerarquías que pueden llegar a existir entre la artesanía y el arte, la artista es tajante, reafirmando su deseo por entendernos si como individuos únicos, pero al mismo tiempo como parte de un todo, dejando atrás etiquetas innecesarias que solo alimentan ideas retrógradas. ‘Hoy en día, debemos dejar de hacer clasificaciones que limiten nuestra identidad. No quiero que me clasifiquen como ‘artista indígena’; quiero que mi trabajo sea universal, como el de cualquier otro artista. 

¿Qué deseas que transmitan tus piezas?

‘Mis piezas transmiten un mensaje de preservación y resistencia. Utilizo materiales como el oro y el hilo de henequén, que están en riesgo de desaparecer. A través de ellos, busco revalorizar oficios y conocimientos ancestrales, evitando que sean reemplazados por materiales sin historia o tradición. Mis piezas reflejan mi identidad y el legado de mi pueblo, y son un recordatorio de que, al perder una tradición, también perdemos una parte de nuestra memoria colectiva.’