Cómo la Matcha se Convirtió en una Tendencia Global

DE JAPÓN PARA EL MUNDO: CÓMO EL MATCHA SE CONVIRTIÓ EN LA BEBIDA DE UNA GENERACIÓN COMPLETA


La matcha dejó de ser una moda para consolidarse como símbolo de estilo, intención y bienestar. Así llegó a ser el favorito de una generación completa


La matcha no es solo esa bebida verde que ves en todos los stories y en tus coffee shops favoritas. Es el símbolo sutil de una rutina con intención, de una vida que apuesta por el bienestar. ¿Por qué estamos obsesionados con el matcha? Porque encapsula todo lo que hoy valoramos: tradición, estética, funcionalidad.

¿CUÁNDO EMPEZAMOS A VER LA MATCHA EN TODOS LADOS?

La moda del matcha explotó cuando las celebridades y modelos empezaron a reemplazar el café por esta mezcla de hojas de té verde pulverizadas. Pero esto no fue de un día para otro. Desde hace unos cinco años, el matcha empezó a salir del nicho wellness para quedarse en la mano de estos nosotros. Hoy es el must de cualquier barra de café.

UN RITUAL DE HACE SIGLOS

Viene de Japón y es parte de una ceremonia del té que existe desde hace más de mil años. En ese entonces, prepararlo no era solo beber: era meditar, era contemplar. El polvo verde se tamizaba con cuidado, se batía con un chasen (el batidor de bambú) y se bebía como un acto de presencia total. Hoy, esa esencia sigue viva aunque le pongas leche de avena y lo pidas para llevar.

MATCHA: ENERGÍA Y CAFEÍNA 

Visualmente, es un statement. Un matcha en mano dice que te importa lo que consumes, pero también cómo lo consumes. Tiene cafeína, sí, pero no la misma que un espresso. Te despierta sin abrumarte. Además, está cargado de antioxidantes y L-teanina, un aminoácido que calma mientras activa. Por eso muchos creativas y modelos lo eligen: porque energiza sin caer en la ansiedad.

LA CALIDAD Y LOS COLORES SÍ IMPORTAN

No todo lo verde es matcha real. De hecho, si ya lo has probado y no te encantó, puede que te hayan servido uno de baja calidad. El matcha ceremonial tiene un tono verde intenso. No es opaco, no es amarillento. Su sabor es suave,  sin esa amargura que a veces arruina la experiencia. Es el que usan en la ceremonia japonesa del té, y también el favorito de quienes saben lo que toman.